María Pita, la mujer que derrotó al Capitán Drake
María Pita nació hace más de cuatrocientos cincuenta años, muy cerca de A Coruña. Era peleona y, como diría Buzz Lightyear, perseguía sus sueños hasta el infinito y más allá. Pero, sobre todo, María era una mujer muy valiente que, desde niña, no soportaba las injusticias.
Aquella mañana, se volvió a despertar con el ruido de los cañonazos y el olor a pólvora. La flota británica había invadido el puerto coruñés. Daban mucho miedo: eran veinte mil soldados armados hasta las cejas, comandados por el Capitán Drake, un corsario muy temido en todos los mares. Aquel día, con la ciudad a punto de ser tomada por los ingleses, María podría haberse quedado paralizada por el miedo, pero no fue eso lo que ocurrió.
—¡Gregorioooo!
Al ver a su marido caer fulminado de un disparo, María gritó desconsolada. ¡No podía ser! Ella y sus dos hijas se quedaban solas. ¡SOLAS! Perder un padre en una guerra injusta, morir a manos de corsarios sin escrúpulos. Al capitán Drake y los suyos les daba igual matar a uno que a mil, con tal de obtener botín. No lo permitiría. Nadie iba a dejar a más hijas solas. ¡NADIE! Ni siquiera el temible Drake.
Llena de rabia y dolor, sacó toda la fuerza que le quedaba dentro y haciendo de tripas corazón, consiguió ponerse de nuevo en pie.
—¡Ahora o nunca!
Con paso firme, se dirigió hacia el soldado que había matado a su Gregorio. Unos dicen que le lanzó una pedrada, otros que fue con un cuchillo y la leyenda dibuja a María Pita clavándole el mástil de la bandera de San Jorge, la misma que aquel alférez iba a poner en lo alto de A Coruña en señal de victoria.
En ese momento, María se subió a la muralla de la ciudad y, ondeando la bandera, gritó con todas sus fuerzas.
—¡Quien tenga honra, que me siga!
Y la ciudad entera siguió a María Pita. En manada, como leones a por sus presas, defendiendo lo suyo con uñas y dientes contra los invasores ingleses.
Al ver que los coruñeses iban a por ellos como fieras, los soldados británicos empezaron la retirada. Los temibles ‘perros del mar’ del imbatible Francis Drake huían con el rabo entre las piernas gracias a una mujer valiente.
Al terminar la guerra, María Pita decidió enviarle varias cartas al rey Felipe II pidiéndole un premio a su valentía. Tal fue su insistencia, que el rey la premió dándole cargo y sueldo de alférez para toda la vida.
Y así fue como María Pita, una mujer humilde, se convirtió en una heroína que cambió el rumbo de la historia y en un símbolo de la lucha por la libertad.
CUENTO: CARMEN CASTROMIL
Anabel Flores